Estimada comunidad educativa:
Soy la madre de una niña disléxica de 10 años, a la que este curso hemos cambiado de colegio, huyendo del bilingüismo y otros escollos. Acostumbrados a que nos dijesen que sí, que le iban a aplicar una adaptación curricular no significativa, y que esa adaptación consistiera en corregir en azul, en poner MAL, en azul, y en tachar preguntas enteras, también en azul, y en dejarla languidecer en la penúltima fila.
No esperábamos que el primer día en su nuevo colegio, su nueva tutora la sentase delante de su mesa. Que le dijese que no copiase los enunciados de los ejercicios, ni en mates, ni en lengua, ni en sociales, ni en naturales… Además estaba pendiente en clase y en los exámenes, de que no dejase preguntas en blanco, contestando lo que ella creía, sin miedo a equivocarse.
Sabíamos que estas medidas tan simples, son la base de las medidas ordinarias, y que el docente es «libre» de aplicarlas, y que la Junta de Andalucía «las recomienda». Pero el efecto que han tenido en nuestra hija, supera con creces cualquier sueño.
La dislexia es una dificultad para la lectroescritura, debida a un trastorno neurobiológico, casi siempre hereditario, que afecta a un 10% de la población. Sin saber cómo ni porqué, no consigues distinguir la b de la d, la p de la q, la ñ de la ll/y, unas por similitud en la forma, otras por similitud en el sonido. Te tienes que ayudar del contexto para saber si pone dedo, o bebo etc., serás más lenta que tus compañeros, pero nadie a tu alrededor comprende qué te pasa. Tu profe dice que no pones interés, y por más que abres los ojos no lo consigues. Cometes una y otra vez las mismas faltas de ortografía, los profesores te quitan nota, te reprenden públicamente y tus compañeros se giran para mirarte ¿Qué te pasa?……Disculpad, he tenido un flashback.
Liberada de los enunciados, nuestra hija, dedica el tiempo a responder, lleva el ritmo de la clase, no trae tareas sin terminar, y le queda tiempo para estudiar. Liberada de los tachones en azul, del NO, disfruta participando, ya no pone excusas para no ir a clase. Diré más: YA NO SUSPENDE, y está feliz con sus sietes, sus ochos y sus nueves.
Os cuento todo esto para animaros a todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa, a aplicar estas sencillas medidas con vuestros alumnos, si son lentos, si no ponen interés, quizás tengan alguna dificultad de aprendizaje, probad a que no copien los enunciados, plantearos qué les tenéis que pedir, y qué no es necesario, preguntad a los orientadores, a aquellos compañeros con más formación en dificultades de aprendizaje. Ayudadles. El premio será más felicidad para todos, y tendréis un lugar en el corazón de esos niños.
Pepa, madre de Lucía y luchadora.